La
conclusión que se defiende por medio de razones puede ser
una creencia acerca de cómo es el mundo (un enunciado
descriptivo, por tanto, que puede ser verdadero o falso) o
una opinión acerca de qué debe hacerse o qué es bueno (un
enunciado directivo, por tanto, que expresa un juicio de
valor o una norma y no puede ser calificado como verdadero
o falso). En el primer caso hablamos de “argumentos
teóricos” y en el segundo de “argumentos prácticos” o
“normativos”. Mientras los primeros tratan de responder a
la pregunta “¿qué creer?”, los segundos tratan de responder
a la pregunta “¿qué hacer?”. Los argumentos teóricos tienen
premisas descriptivas y una conclusión descriptiva,
mientras que los arguentos prácticos deben incluir entre
sus premisas al menos una que sea prescriptiva, y la
conclusión es un enunciado prescriptivo. Es un error lógico
derivar un enunciado prescriptivo de premisas
exclusivamente descriptivas.
(Es importante tener en cuenta la diferencia entre
enunciados descriptivos y enunciados directivos o
prescriptivos, dado que responden a usos del lenguaje
distintos. En el primer caso, tratamos de decir algo
acerca de cómo es el mundo: el enunciado, por tanto, debe
justarse a la realidad, para ser verdadero. En el
segundo caso, el enunciado trata de modificar la
realidad (dirigiendo la conducta): por tanto, el enunciado
es eficaz si la realidad se ajusta (esto es, se modifica
para ajustarse) al enunciado. Se dice que los enunciados
descriptivos tienen una “dirección de ajuste” palabras-amundo,
mientras que los enunciados prescriptivos
tienen una dirección de ajuste mundo-a-palabras.
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